Hace muchos años que uso esa metáfora: la despensa...
Cuando vivía en Dos Hermanas, en nuestra casa de casi toda la vida (que mucho tiempo, debido a su curiosa y llamativa apariencia -la compramos así, ¿eh?- sirvió de referencia a los conductores que se dirigían al centro del pueblo...), teníamos una despensa. No era muy grande pero allí podías encontrar casi de todo para poder sobrevivir en caso de ¿huelga de transportistas?, qué sé yo, y no es que hubiera tantas huelgas o imprevistos, pero el caso es que, como teníamos espacio, guardábamos de todo.
Y yo siempre he pensado que dentro de mí también tengo una despensa. Un espacio con sitio suficiente para almacenar todas esas herramientas que me ayudan a crecer, a salir de una crisis momentánea, a recuperar la alegría después de un bache...
Tengo una despensa cada vez más llena. Lo curioso es que parece que, a medida que se llena, se agranda...
En mi despensa hay música muy variada, música cuyas primeras notas ya me sacan de la abulia y la desidia de algún domingo por la tarde. Hay imágenes llenas de luz, de risa, de amistad, de pasión, de aventura...
Hay nombres de personas, que con sólo pronunciarlos, ya evocan sentimientos preciosos, recuerdos sencillos, casi insignificantes, que se me han quedado grabados a fuego y mantienen el olor, la esencia de sus protagonistas... Como aquella mañana, en el instituto, en que me llamó la atención que Raquel, en pleno invierno, no usara medias o calcetines... Ese simple recuerdo me situa plenamente en aquella época, casi puedo evocar literalmente el aula, los bancos, la pizarra, la ventana que daba a la avenida... los compañeros, los amores no correspondidos, la amistad adolescente, cotidiana, idealista, exaltada, intensa, maravillosa.
En mi despensa puedo encontrar también bailes, noches de fiesta que surgen improvisadamente un viernes cualquiera, de camiseta y vaqueros.
Hay conversaciones de a dos, en cualquier sofá (preferentemente amarillo) o en un parque cualquiera...
Y hay sabiduría acumulada en forma de pequeños cursos de crecimiento personal... desde aquel taller de terapia Gestalt, a mis cursos de acupuntura Sujok, pasando por el reiki, los masajes, el yoga...
Hay viajes: rutas exóticas y otras más familiares, todas ellas motivo de crecimiento, diversión, curiosidad, vivencias...
Hay tantas cosas... Y también hay una que se cuela sin invitación ni permiso y que, a ratos, me cierra la puerta en las narices, dejándome sin recursos para Vivir: es la pereza, la inercia, esa amiga comodona, que gusta tener en casa de a poquitos, porque es muy maja y no te pide nada, se queda ahí, callada, sin hacer nada, en el sillón....pero que a veces, se apoltrona y no hay quien la eche y, mientras está, no hay manera de hacer nada que realmente merezca la pena.