jueves, 14 de enero de 2016

Al borde del precipicio

…¿Sabes esa sensación de, cuando llevas mucho tiempo sin llamar a un amigo, y ya no encuentras el momento de hacerlo? Hace tanto que no habláis, que piensas que vas a necesitar un buen rato para poneros al día.

Después de meses, no le vas a venir ahora con un “bueno, qué tal, ¿todo bien, pues nada, que me he acordado muchas veces de ti, aunque llamar, llamar, no… Hale, que sigas bien”. Y tampoco te apetece alargarte, entonces, lo dejas un día más. No lo llamas. Y el silencio se prolonga.

Y entras en el bucle.

A mí me parece que eso nos pasa en muchas ocasiones de la vida. A mí me pasa. Agrando tanto en mi mente lo que significa dar un paso, que no lo doy…, y, claro, eso conlleva que mi mente siga imaginando conclusiones, consecuencias  de lo que puede significar el salto, cuando realmente no hay salto. Hay un paso. Un solo paso.

Hoy escuchaba una locución de un programa de radio de  Pensamiento Positivo. (¿Pensamiento Positivo? Aaaaagh, otra vez noooo. Qué cosa más cansina… Bueno, depende. ¿Lo hablamos otro día?). El caso es que, en el programa, Sergio Fernández, al que he tenido el placer de escuchar en directo, presentaba a Lofthi El-Gandhouri, tunecino residente en Canadá, consultor y autor del libro “¿Te atreves?”. Con el título, te lo digo tó.

Y comenzaban la emisión recordando una escena de Indiana Jones en la que tiene que saltar un precipicio y su padre le dice que tiene que hacer un acto de fe: “Sólo cuando des el paso hacia el precipicio, se tenderá el puente”.

Guau.

¿Qué más puedo añadir?

Repetimos: “Sólo cuando des el paso hacia el precipicio, se tenderá el puente”.


Se me vienen a la memoria  las miles de veces en que he estado ante el precipicio y he dado un paso atrás, muerta de miedo. Y me he mantenido (y me mantengo) ahí, asustada, bloqueada e impotente.

Y se me vienen a la mente cientos de otras veces en que di el paso. Y el puente se tendió. Porque era una ilusión óptica, no había ningún precipicio, pero la ilusión sólo podía desvanecerse a base de acción, de pasos. Un pasito y luego otro, sin mirar atrás, sin mirar adelante. 

Disfrutando del momento en toda su dimensión, vértigos y miedos incluidos.
Y todo esto venía, simplemente, a que así he vivido yo este tiempo sin asomarme al peral: mirando al precipicio con temor, pereza y respeto. ¿Qué puedo escribir? ¿De qué te quiero hablar? ¿Qué más da si lo hago o no? Total, ¿pa’qué?. Y de repente, un día “tonto” como hoy, sin más, voy y doy el paso, uno solo, y aquí estoy, compartiendo imágenes y sensaciones contigo, bajo mi peral eterno y fértil. Sin preguntas ni expectativas, tan solo disfrutando del momento. Del paso. No era un salto, era solo un paso. No había un precipicio, era una ilusión.

Creo que, en cierta forma sí hay un vacío delante de nosotros, porque el “puente” es generado por nuestros propios pies al caminar. Y ya lo dijo mucho más bonito Machado hace tiempo: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.

De nuevo, ¿qué puedo añadir yo?

El camino se hace al andar, y el vacío se hace al pensar -desde el miedo- en el camino no andado. Y no pasa nada. Lo bueno es saberlo.


Pues nada, tampoco tenía yo mucho más que decirte hoy… Y mira lo que me ha costado “llamarte”, después de tanto tiempo. ;-)

(*) La imagen es de la isla de Inishmore (Islas de Aran) de nuestro viaje por Irlanda en 2012