domingo, 14 de febrero de 2016

N'importe quoi

N’importe quoi es la expresión que me viene en mente cuando voy buscando un tema sobre el que escribir mientras viajo en el metro o voy paseando por ahí. Me encanta esta expresión francesa, que viene a significar “cualquier cosa”, “lo que sea”, “da igual el qué”...

N’importe quoi, lo primero que se me ocurra: como mi asombro al contemplar al conductor del coche de delante tirando por la ventanilla impunemente hasta 3 gurruños de pañuelos de papel durante un semáforo en rojo. Uno, otro, otro… ¿Pero aún estamos así? Cuánta educación nos falta aún, madre mía.

N’importe quoi, como la alegría que siento al conocer la noticia de que Einstein tenía razón y lo que teorizó sobre ondas gravitacionales se ha conseguido demostrar, aunque no alcance a comprender de qué se trata, ni aun escuchándoselo a una física que lo cuenta para niños. 

“Si este paño representara el espacio-tiempo…“, empieza explicando la señora con un trozo de tela en las manos… Y yo ya estoy perdida: “ah, pero ¿¿el espacio-tiempo se puede representar??? ¿El tiempo no es algo que pasa y punto? Y el espacio-tiempo, así conjuntamente ¿qué es?” Lo dicho, me supera.

N’importe quoi, como mi “descubrimiento” de esta mañana: he sido consciente de que soy mayor, mayor como era mi madre cuando no entendía la música que nos gustaba por entonces a mi hermano y a mí. Y es que, en clase de canto podemos elegir los temas que queremos ensayar y, descubro que desconozco la práctica mayoría de temas que eligen mis compañeros –bastante más jóvenes que yo-. Birdy, Pablo López, Bruno Mars, ¿¿¿ein????

N’importe quoi… Lo que sea por no seguir ahondando en des-gobiernos, desatinos, corruptelas y crímenes contra la humanidad.

Pero cómo dar la espalda a lo que sucede…

Y cómo seguir generando desconfianza, separación, odio, desesperanza…

Pero cómo caer en la banalidad, con la que está cayendo.

Y cómo seguir echando leña al fuego de la crispación, la reactividad, los prejuicios, la ira, la tristeza y la desmotivación.

Debate interno, frustración, culpabilidad. ¿Qué puedo hacer yo?

Entonces, en el único árbol del patio de la fábrica que hay frente a mi casa, un pájaro canta. Ajeno a todo, canta, simplemente cumpliendo su misión, tan "banal", tan "superflua", como bella, relajante y despertadora de mi conciencia.

¿Y si tal vez sólo tengo que confiar en mi "canto", creando un espacio mínimo de posibilidad, de expansión, de respeto y convivencia a mi alrededor? Como una piedra en un lago sereno… una onda mínima en sus inicios, que va expandiéndose lenta pero poderosamente.

La física que explicaba lo de las ondas gravitacionales, asimilaba el movimiento de dos agujeros negros, a una pareja bailando un vals y generando una onda alrededor, que va multiplicándose y al final los dos agujeros se unían en uno solo y las ondas continuaban… Tal vez, todo empiece con un vals interior, un, dos, tres; un, dos, tres; tal vez la idea sea llegar a la UNIDAD, a través de uno mismo.

Por eso, no quiero abrumarte contándote, desde mi mirada, lo mal que va el mundo, por eso prefiero contarte n’importe quoi, con una sonrisa, un guiño y una taza de té.

Imagen obtenida de www.taringa.net