domingo, 3 de octubre de 2021

De síndromes varios

Nos gusta catalogarnos, por gustos, estilos, creencias, incluso, por malestares. Me asombra la facilidad para crear síndromes que tenemos hoy día. Stendhal describió sus sensaciones físicas tras visitar la iglesia de la Santa Cruz en Florencia y faltó tiempo para elevar a la categoría de síndrome esas sensaciones ante la belleza sublime del arte que, de tan embriagadoras, llegan a ser desagradables. 

Pero este es un síntoma lleno de encanto. Hay que reconocer que padecer el “síndrome de Stendhal” crea como una aureola de fascinación y misterio alrededor del afectado, y le otorga como una gracia sobrenatural. Sin embargo, se me ocurre que hay otros síndromes que encasillan y limitan, más que otra cosa. 

Por una parte, da tranquilidad saber que lo que a uno le pasa no es algo único, sino que se comparte con otros, que se la ha dado incluso un nombre, y que hay formas de enfocarlo, recursos, herramientas y, en algunos casos, incluso tratamiento médico, para vivir de la mejor manera a pesar de la sintomatología. Lo que me preocupa es cuando uno se identifica con el síndrome, cuando la etiqueta se nos queda pegada y vivimos y se nos trata según esa categoría a la que creemos pertenecer.

Las personas somos mucho más que nuestras limitaciones. Si bien conocerlas es la mejor forma de superarlas, existe el riesgo de creernos uno con ellas y, en coherencia, responder automáticamente según se espera de nosotros. 

Alguien dijo una vez que, para superar las incoherencias, el ser humano debe empezar por amarlas. Somos seres profundamente incoherentes y a mí me gusta dar ejemplo. Por eso, tras esta parrafada alertando del peligro de creerse un síndrome andante, comparto algunos de los míos preferidos. 

Uno que me acompaña desde hace años es el “síndrome Romería de Valme*”. 

 

 La Romería de Valme se celebra el tercer domingo de octubre en Dos Hermanas. Es un evento de gran valor estético, religioso -para quien así lo vive- y festivo -para la mayoría-, en el que se lleva a la Virgen en un desfile de carretas preciosamente adornadas de flores de papel y tiradas por bueyes, hasta la ermita de Cuarto en Bellavista, acompañada de gente andando y a caballo. Allí, la Virgen pasa el día, hasta que, al caer la tarde, regresa en su carreta, junto al desfile anterior.

El caso es que, tras el camino de ida, en los alrededores de la ermita, la gente hace barbacoas y pasa el día entre bailes, canto y una chispita de vino.

Cada año, cuando vivía allí, la llegada de la fiesta me generaba una pereza enorme. “Este año me quedo en casa, qué necesidad de ponerse a organizar nada. Anda, anda, con lo tranquila que voy a estar…” Y, cada año, religiosamente, me veía envuelta en los preparativos como la que más, comprando carne, pan, preparando sangría y organizando la logística para poder llevarlo todo antes en coche y volver a tiempo para hacer el camino andando.

Y me lo pasaba genial y la pereza se diluía entre risas, cantes y montaditos de lomo. 

Como era un hecho recurrente, decidí crear mi propio síndrome. Y me viene muy bien acudir a él cuando, ante cualquier acontecimiento que implica preparativos y organización, me salta la vocecilla del “anda, venga, pa’qué te vas a meter, no celebres tu cumpleaños, será por celebraciones”.

Me acuerdo de mi síndrome de la Romería y desafío a la pereza, pues sé que, tras el esfuerzo, la recompensa es infinita. Y más ahora que de celebraciones hemos andado cortitos. Ese síndrome me empodera, porque lo miro de frente y le planto cara. Bueno, reconozco que, a veces, gana él.

Luego está el síndrome Carmen Aranguren**: Carmen era una compañera de carrera de mi hermano que, en el viaje de Paso del Ecuador declaró en los andenes del metro de París: “ay, Dios mío, que estoy en París!!! Y no estoy siendo consciente de lo que esto significa y, claro, como no soy consciente, no me puedo alegrar tanto como si lo fuera y, cuando lo sea, ya no estaré aquí y no podré alegrarme”.

Seguro que hay fórmulas más cortas para describirlo, como la frase de una de las protagonistas de la serie que me tiene fascinada últimamente (“Todo va a ir bien”, en Movistar+, guiño publicitario). Es algo así como: “Its the first time that I feel excited WHILE something exciting is happening” o, más o menos, “es la primera vez que me emociono mientras vivo algo emocionante”

Cuánto nos cuesta a algunos estar en el momento presente, hasta pa’lo bueno. Somos tremendos.

Me gusta poder acudir a ese síndrome porque no me siento tan sola en mi incapacidad de emocionarme lo suficiente mientras vivo lo emocionante (a veces, necesito unos meses y algunas fotos para llegar al nivel adecuado)

Y estas cosas pensaba yo el otro día, mientras paseaba, y pensé que tenían buena pinta para meditarlas bajo el peral, aunque, reconozco que en mi cabeza eran mucho más interesantes que ahora que las veo plasmadas. Quién sabe, tal vez dentro de unos meses vuelva a leerlo y me encante lo que escribí, ¿verdad, Carmen?

*Si no conoces la Romería, te la recomiendo vivamente. No este año (2021), ya que la "normalidad" no ha llegado a esos límites, pero en cuanto se pueda. Al menos, tienes que visitar el Ave María, donde se exponen las carretas en los días previos al evento. Mª José, amiga, muchas gracias por actualizarme estos detalles, que yo ya soy guiri en mi pueblo...


**Carmen, si llegara a tus oídos esta perita: gracias por inspirarnos este maravilloso síndrome a mi hermano y a mí.