lunes, 25 de abril de 2016

Y la musa se enfadó

Anoche aprendí una lección muy valiosa para mí. O más bien, fue una evidencia. Entendí que en la vida hay que priorizar, saber qué es realmente importante para cada uno y darle el lugar que merece.

Las musas llevaban días visitándome, en el metro, en las carreras por el parque, en los segundos previos al sueño… Me susurraban historias deliciosas, me guiñaban con chispa, animándome a darle forma a su inspiración.

“Sí, sí, dentro de un ratito. Cuando cene, cuando ordene, cuando termine de ver esta peli…”

Ellas no desesperaron y hasta me hicieron un regalo asombroso. Estaba viendo el tiempo en la 1 y decidí hacerle una foto a Mónica López porque me gustaba su flequillo y quería darle ideas a mi peluquero. De repente, dejaron de enfocarla a ella y pusieron una de esas fotos que hace el público de distintos paisajes de nuestra geografía. Me pareció muy bonita y pensé en fotografiarla también. Eran unas brizas de hierba, alargadas, empapadas de lluvia o gotas de rocío. Justo en el instante en que apreté el disparador, la foto dio paso a otra de unas casas al lado del río en Hervás, un precioso pueblo de Cáceres.

“Vaya”, pensé, “se me ha escapado la foto”. Entonces, miré la pantalla del móvil y descubrí que lo que mi ojo no había sido capaz de ver, la cámara lo había captado: la transición entre una imagen y la otra. La foto que aparecía era la mezcla de ambas: la hierba como difuminándose, con sus gotas de rocío brillando a la luz, y las casas de fondo, con el agua fluyendo río abajo.

Me quedé fascinada, se la enseñé a Mori, ilusionada: “Mira, mira, qué chulo”. A él también le pareció algo muy particular y curioso.

Se escondían tantas metáforas detrás de esa imagen, que decidí subirla al blog y compartirla contigo… Pero, más tarde, después de cenar..., después de ordenar…, después de ver la tele…”

Y pasó un día y otro… y cada vez que veía la foto en el móvil me sentía muy orgullosa y se renovaba mi ilusión por enseñártela. Hasta ayer, en que por fin me senté, cuatro días después, para volcar la foto en el ordenador y escribir sobre ella aquí.

Y la musa se enfadó. No me preguntes cómo, pero le di a borrar una imagen ya copiada… y se borraron absolutamente todas las que tenía en la tarjeta de memoria.

“No puede ser, esto no me está pasando, ¿dónde está la papelera de reciclaje en el móvil, por favor?”.

La incredulidad dio paso a la angustia, me sumergí en todas las páginas de Internet que daban consejos para recuperar fotos borradas en el móvil, me descargué una aplicación, probé, y me recuperó otras fotos, pero ESA no. Imposible, perdida, para siempre.

La angustia dio paso a la rabia y a esas preguntas a destiempo: “¿por qué no la descargué antes?, ¿por qué tardé tanto en hacer lo que había decidido?, ¿cómo he podido despistarme para borrar tantas imágenes?”

Y la rabia… terminó por cansarse y convertirse en aceptación, y nuevas miras. Y me di cuenta de cuántas veces dejo pasar ocasiones mágicas de hacer lo que de verdad siento, de decir lo que brota en mi corazón, de vivir los regalos que me ofrece la vida, dejando a un lado el cuentagotas y las demoras.

Cuántas veces demoro la felicidad por el mero hecho de saborear la posibilidad de llegar a sentirla. Es como mirar un pastel delicioso desde el escaparate de la confitería y no querer entrar para poder seguir disfrutando de la expectativa de llegar a probarlo.

Es una forma de felicidad, no digo que no. Pero creo que ya no me vale. Quiero disfrutar de la magia real de la vida, no de la expectativa de conseguirla. Quizás en el fondo no haya más que miedo: la expectativa siempre es real, todo lo real que quieras hacerla en tu mente, mientras que la realidad podría resultar decepcionante.

Ahora decido “correr el riesgo” y dejar de posponer lo que realmente me importa, lo que valoro, lo que me hace ser más yo misma. Y mientras aprendo este arte de atrapar el instante, seguiré disfrutando de las lecciones que encierran episodios aparentemente banales en el día a día.

Para la próxima, espero que las musas no tengan que enfadarse para hacerme reaccionar.


Seize the moment.