viernes, 7 de agosto de 2015

Visita fugaz


Alguna vez me dejo llevar por la tentación de zambullirme momentáneamente en el pasado a través de “la Gran Red”. Es tan sugerente teclear, por ejemplo, el nombre de aquel chico que me traía de cabeza en el instituto y ver qué ha sido de él, por dónde anda y tal vez alguna foto…

Me gusta mi presente en movimiento y no pretendo volver atrás de ningún modo, o quizás tan sólo para eso que dicen de tomar impulso. Estas inmersiones puntuales son como un espejo mágico en el que me veo simultáneamente en el pasado y en el presente. De repente, me sitúo en el ayer, comienzo a recordar instantes, matices, sonidos, que creía borrados en mi mente, y de esos recuerdos, en ocasiones, surgen pequeñas chispas de “sabiduría”, esos insights de los que muchos hablan.

Y lo divertido de todo esto es que realmente ni me lo propongo, es el propio buceo por la magia de las redes sociales el que me trae asociaciones (una cosa lleva a la otra), recuerdo a alguien, y no puedo evitar ir en su busca. 

El otro día, ya no sé cuál fue el detonante, me animé a buscar a aquella amiga de la infancia que se fue perdiendo poco a poco en la niebla de la memoria. Ella vino al pueblo desde Madrid y hablaba con un acento muy dulce lleno de eses. Me introdujo en el mundo de los vaqueros, cuando yo vestía casi exclusivamente faldas y vestiditos. Me animó a hacer gimnasia, en un tiempo en que -como asignatura- no llegaba ni a “maría” en mi colegio y yo era más bien paradita en los recreos. Con su familia, en verano, estuve de camping en una playa maravillosa de Tarifa. Me encantó esa vida libre y asilvestrada. 

En resumen, ella significó para mí un cierto despertar a la vitalidad, a la acción, a ser algo más que una niña buena y tranquilita que lee todo lo que cae en su mano. Luego, fuimos entrando en esa etapa incierta de la adolescencia y nuestros ritmos se desacompasaron. Yo cambié de colegio, ella, al poco, de ciudad… y nos fuimos dejando atrás en nuestros caminos.

Y al encontrarla en Facebook, bella, con su sonrisa de siempre y su frescura, con un tipazo de muerte y su pasión por el deporte intacta, me llené de alegría. Y se agolparon en mi mente escenas de nuestros veranos, del río Jara y la playa de los Lances, del patio del colegio, de las tardes en la biblioteca, de los domingos en el cine con sus hermanos mayores… Tantos momentos.

Y vuelvo a mi hoy con una pizca de nostalgia de la buena, contenta de haberla visto bien en mi visita fugaz a su mundo virtual y con ganas de seguir haciendo mi camino, con el mensaje que me llevo de su parte:

“Disfruta la vida, es más sencillo de lo que parece, no hace falta tanta teoría. Vive, sé fiel a tus auténticos valores, descúbrelos y hónralos. Disfruta de ser tú”

Gracias, amiga.