lunes, 9 de febrero de 2015

Desde mi Olimpo

Lo único que se salvó del contenido de mi “caja sagrada” fueron aquellos pocos folios de reflexiones que saqué por casualidad. Cuando cogí uno y me puse a leerlo, me salió sin remedio una sonrisa indulgente. ¿Cuándo escribí aquellas reflexiones? En 1999. ¿Qué decía en ellas? Exactamente lo mismo que podría estar escribiendo hoy, quince años después. 

Entonces, como hoy, me preguntaba por qué se me olvida mi grandeza, por qué se me olvida la magia y mis pequeños trucos para recuperar mi centro: ese centro que me permite responder en lugar de reaccionar, ese centro que me permite ver más allá de la dificultad actual y me hace generar opciones e ideas, nuevas posibilidades.

A lo mejor no fue tanta casualidad que sólo se salvaran estos folios. Y si lo fue, yo puedo hacer que la casualidad tenga un sentido: recordar. Pero esta vez recordar lo verdaderamente importante. Recordar dónde está mi monte Olimpo, desde el que soy capaz de ver mi vida con perspectiva y frescura, y desde donde recupero mi poder, en lugar de sentirme una víctima de mis circunstancias. Y, por supuesto, recordar cómo he de hacer para subir hasta allí.

Tengo cientos de recursos para regresar al Olimpo y la mayoría son verdaderamente sencillos: la música, la respiración, el silencio, pasear por la naturaleza, una buena conversación, un baño en el mar, visualizarme en el entorno y el estado que necesito, pronunciar ciertas palabras (suavidad, ligereza, mariposa, perdón, horizonte, volar, fluir, cascada)…

La vida no es siempre un tsunami que nos arrasa, a veces puede serlo, pero no lo es constantemente. Generalmente, siempre cabe una acción por nuestra parte para producir un cambio, por ligero que sea. Con mi intención, mis actos y mis pensamientos, puedo inclinar aún más la balanza hacia la preocupación, el malhumor, la ira, el desasosiego… O hacia la aceptación del momento, tal cual es, para permitir que pase, que fluya, que no se estanque. 

Aceptar mis emociones, las que juzgo como “buenas” y las “malas”. Aceptarlas pero sin aferrarme a ellas.

¿Para qué agotarme en quejas y reproches? ¿Para qué desesperarme esperando lo que no tengo? ¿Y si empleo las energías de que hoy dispongo en enfocarme en lo que quiero y en el paso que HOY puedo dar para conseguirlo? 

Algo me dice que cuanto menos trate de controlar el resultado y más me ocupe de responsabilizarme de mis acciones cotidianas y de mi estado interno, más sencillo y pleno será mi viaje. 

Una dirección, una próxima etapa y un primer paso. Poco más para empezar. Un deseo y una acción. Pero empezar y continuar. Un día y otro, y otro más. Hasta que las inercias limitantes se marchiten por falta de riego. Y broten nuevas inercias mucho más interesantes.

*Imagen tomada en el Glacier Point. P.N. Yosemite (California, EE.UU), una de las perspectivas más bellas que he podido contemplar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus meditaciones son bienvenidas: