Domingo, 8 de agosto (8-8)
domingo, 8 de agosto de 2021
Autodefinido
domingo, 28 de febrero de 2021
Silencio
En medio de tanto griterío, mi voz se apaga. Entre tanta estrategia taimada, mi mente se nubla. Perdida entre polaridades, intento no posicionarme, igual que el arroyo busca solo fluir.
Solo me queda el silencio. Y confío en él como la semilla confía en la oscuridad que le rodea -bajo la tierra- como útero fértil.
Silencio que, en ocasiones, no me permito, pues mi ego sigue ávido de razones y evidencias.
Silencio, interrumpido por mis voces internas, que se aferran a su protagonismo enraizado.
Las hojas de nuestros antiguos paradigmas caen en el otoño de un sistema caduco. Y aún no sé de dónde surgirán los nuevos brotes. Pero sé que lo harán, frescos, vitales.
La semilla de la creación se encuentra en el espacio entre acciones, en la pausa en medio del bullicio atronador, en la fecundidad del silencio. Ese es el único medio de dejar emerger lo nuevo. Lo demás es pura repetición de lo de siempre. La rueda del hámster. Jugar a ser dioses cuando lo único que somos es cada vez más autómatas.
Volver a la esencia, siento que ese es el único camino. Observar la naturaleza, sus ritmos, sus dinámicas y aprender a integrarnos en ella con respeto y reverencia.Mirar hacia dentro, al fluir de nuestros ríos internos, observando la actividad de nuestros volcanes, para minimizar daños cuando toque erupción.
Mirar al otro, buscando reconocerse a uno mismo, las mismas preguntas, las mismas flaquezas. Y conectar con la fuerza invisible que hace germinar a la semilla (de la jara, del brezo, del roble o del almendro) y desarrollarse al feto (del humano, del león o del ciervo). Y dejarse transformar.
Tal vez es solo eso, que nos resistimos a dejar de ser gusanos, nos aterra encerrarnos en el capullo y quedarnos quietos. Y gritamos, pataleamos, damos vueltas sin parar, sin dejar de hacer, sea lo que sea, por miedo a quedar atrapados en una cárcel, que no es más que la incubadora que nos permitirá ser mariposas.
jueves, 31 de diciembre de 2020
2020 Game Over
Atardecía la primera jornada del año y veíamos esconderse al sol, ilusionados por todo lo que podría deparar el libro en blanco que, una vez más, se abría ante nosotros. Nos reíamos y posábamos ”como en la portada de una cinta de Camela”, entre los olivos del parque recién estrenado. Luego brindamos con cerveza en el único bar abierto, un irlandés del extrarradio. Nos abrazamos y nos despedimos, listos para escribir las páginas del libro recién estrenado. No hemos vuelto a vernos. Pero lo haremos. Porque seguimos vivos. No todos pudieron decir lo mismo.
El año de la pandemia. El año de la incertidumbre, de la soledad, de los miedos, de las cifras trágicas, de los abrazos secuestrados y las fronteras alzadas. El año en que nuestro modo de vida se alteró radicalmente. El año de las despedidas en la distancia. El año del desconcierto y de las sonrisas tapadas. El año de las grandes discrepancias.
Un año tremendamente duro. Para algunos: tremendamente duro y doloroso; para todos: un gran desafío. Pero también un año de nuevas vidas, de nuevos amores y nuevas oportunidades. De recomponernos y estar más juntos que nunca en la distancia. El año de aprender a trabajar en remoto y de soplar velas por vídeo y enviar amor en Gigas.
En mi caso, el año de enfrentarme a miedos ancestrales y comenzar a atravesarlos. El año de mirar más allá con apertura y confianza, y descubrir la belleza y la paz donde pensaba que solo habría fantasmas. También, el año de habitar más que nunca mi hogar, cada una de las habitaciones de mi casa -y las de mi alma- y sentirme a gusto, yo, gato callejero de toda la vida. Un año para mirar hacia dentro y confirmar que hay tanto ahí… y que es la auténtica puerta a la Vida.
El año de mirar de frente mi necesidad de control y asustarme por su tamaño y su solidez. El año de acabar extenuada cada día como quien se propone cada mañana barrer la arena de la playa y, al atardecer, ve que su esfuerzo no ha servido de nada. El año de acordarme de los Morancos y su “Joshuaaaa, ¡como te “ajogue”, te mato!”, pero pensando en mis padres. Porque lo de no poder despedir a un ser querido que muere, eso, eso me ha parecido lo más triste, lo más tremendo de todo lo ocurrido.
Todo lo que pueda decir es obvio: luces y sobras, más luces y más sombras que nunca. Para nosotros. Para otros, las sombras son mucho más oscuras que estas desde hace años. Algunos no temen a un virus frente al que todos nos unimos, sino a otros seres humanos, que amenazan su existencia y han alterado su modo de vida desde hace años, ante la indolencia del resto de la humanidad.
Todo es relativo, evidentemente, depende de la perspectiva que adoptemos. Nada duele más que el dolor cercano, es inevitable. Y aún así, ojalá el dolor propio no nos haga insensibles a otras circunstancias, ni ciegos a otras dimensiones. Que ofrezcamos una mirada amplia a la vida y sepamos aprovechar cada oportunidad que nos ofrece para aprender, para sentir, para descubrir, para ser cada vez mas dignos de ese apellido de “humanos” con que bautizamos a nuestro ser.
El año no es más que un escenario, un lienzo, un libro en blanco. No olvidemos el poder que tenemos de aportar nuestra parte del guion, de usar unos colores u otros, o de interpretar a nuestro personaje con más o menos presencia.
Que 2021 sea el escenario donde bailen nuestras ganas de brillar, de crecer, de disfrutar, de humanizarnos, creando la obra más hermosa de que seamos capaces.
Y que volvamos a brindar juntos y a darnos abrazos bien "apretaos". Salud.
martes, 8 de diciembre de 2020
María y Anina.
“Women have served all these centuries as looking glasses, with the magical and delicious power of reflecting the figure of a man at twice his natural size”. Virginia Woolf
(“Las mujeres han servido durante siglos como espejos, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural”. Virginia Woolf)
A veces, aún me sorprende mi ingenuidad, me llama la atención descubrir (o redescubrir) cosas que, para otros (¿otras?) son obvias y patentes, mientras que para mí resultan de espectacularmente llamativas.
Ayer comencé a ver la serie Pioneras, en Movistar + y descubrí -literalmente- la figura de María de Castilla.
Vaya por delante que mi conocimiento de la Historia de España pre-Reyes Católicos es mínimo. Y no me vanaglorio de ello, pero es que es un hecho. Remediable, eso sí. El caso es que, no recuerdo más que “titulares” confusos y desordenados de la cronología desde Isabel y Fernando hasta Alfonso XIII, con quien curiosamente acababa la Historia de España en mis años escolares.
Así que, lo reconozco: de Alfonso V, “El Magnánimo” tampoco sabía nada. Alfonso, por cierto, era el marido de María.
Y me doy cuenta (una vez más) de cuántas cosas desconocemos (tal vez no es tu caso, así que perdona la generalización) y cuánto tiempo pasamos en actividades que no nos llevan a ninguna parte. Y no digo que siempre haya que estar cultivándose, o haciendo cosas productivas, ni mucho menos, pero, seguramente, muchos de nosotros podríamos inclinar la balanza de nuestra atención, un poquito, al menos un poquito, hacia cosas que hagan algo más que embobarnos, embotarnos o endiosarnos.
Sí, endiosarnos, esa sería otra de mis reflexiones. Y es que, tras conocer de la vida de esa mujer que reinó en Aragón, por muy “de Castilla” que naciera, hasta mediados del siglo XV, me pregunto qué pensaría ella de nuestra obsesión por tener Likes para una foto que colgamos en una red social, o cómo el éxito se mide en Followers. Ella, una mujer que vivió el rigor de hace seiscientos años, sin luz eléctrica, ni agua corriente, para qué hablar de Internet, y aun así evitó conflictos entre las coronas de Castilla y Aragón, y gestionó Aragón mientras el rey se dedicaba a “sus conquistas” en Nápoles.
¿Te imaginas lo que sería medir el valor de un gobernante por el número de batallas que evitó?
¿Te lo imaginas?
Ya solo eso sería un cambio de paradigma tal en nuestro mundo…
Cómo no, está la reflexión de fondo sobre el modo en que se ha ido escribiendo la Historia, desdibujando el rol y el protagonismo de mujeres como María. Si ya de por sí, brillar y tener voz propia en un tiempo de hombres era francamente complicado, qué triste conseguirlo y que los cronistas vayan por detrás borrando tu estela del mapa.
Pero siempre que se borra queda un rastro, y personas con ilusión por investigarlo y devolverle su grandeza. María escribió mucho. “Lo escribió todo”, dice la historiadora en el Programa. Escribió todas las vicisitudes de su reinado, “hizo de la carta un instrumento no sólo comunicativo y de gobierno, sino también de persuasión y representación del poder real en dos momentos fundamentales de su vida” (Mª Luz Mandingorra Llabata, Universitat de València)
Por eso, escribir me parece un regalo, un honor, una necesidad. Iba a decir un deber, pero es un concepto que me pesa en el alma, cuando de lo que hablo es de flotar, de volar, de trascender pesadas cargas. Mejor: una misión.
Escribir es volver a narrar la
Historia, desde tu punto de vista, destacando lo que para ti era realmente
importante de lo que viste, viviste y evidenciaste.
Quizás sean cosas pequeñitas, en las que nadie reparó. A veces, no es tan importante el objeto de lo escrito como la mirada que se pone en él.
Quizás se trate de elefantes presentes en la habitación de los que nadie ha osado hablar antes.
O historias nuevas que merece la pena crear. Escribir, ficción o realidad, es entregar un poco de nuestra alma al mundo.
Y leer hace perfecto el binomio.
Por eso, mi homenaje y agradecimiento hoy a quienes usan la palabra como herramienta artesanal para ofrecernos la oportunidad de ampliar nuestra mirada.
Y, en concreto, hoy quiero mencionar a otra voz, llena de profundidad, auténtica a fuerza de desprenderse de filtros, una voz que aprovecha las redes para compartir su magia, para brillar y darme la mano y los permisos que, a menudo, me niego yo misma para brillar. Te hablo de Anina Anyway.
Gracias, Anina. Tus Siempre y Cuatro me está llegando al alma.
Gracias a todos los que, como ella, se deshacen de poses y hablan desde su corazón. Y a los que leen, dejándose inspirar y abriendo ventanas nuevas al mundo.
sábado, 3 de octubre de 2020
La historia del peral
Se ha apagado bajo las excusas de siempre -hoy tengo mucho trabajo, estoy cansada, necesito desconectar-.
¿Magia? ¿Casualidad? Lo que tú quieras.