martes, 8 de diciembre de 2020

María y Anina.

 


“Women have served all these centuries as looking glasses, with the magical and delicious power of reflecting the figure of a man at twice his natural size”. Virginia Woolf

(“Las mujeres han servido durante siglos como espejos, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural”. Virginia Woolf)

A veces, aún me sorprende mi ingenuidad, me llama la atención descubrir (o redescubrir) cosas que, para otros (¿otras?) son obvias y patentes, mientras que para mí resultan de espectacularmente llamativas.

Ayer comencé a ver la serie Pioneras, en Movistar + y descubrí -literalmente- la figura de María de Castilla.

Vaya por delante que mi conocimiento de la Historia de España pre-Reyes Católicos es mínimo. Y no me vanaglorio de ello, pero es que es un hecho. Remediable, eso sí. El caso es que, no recuerdo más que “titulares” confusos y desordenados de la cronología desde Isabel y Fernando hasta Alfonso XIII, con quien curiosamente acababa la Historia de España en mis años escolares.

Así que, lo reconozco: de Alfonso V, “El Magnánimo” tampoco sabía nada. Alfonso, por cierto, era el marido de María.

Y me doy cuenta (una vez más) de cuántas cosas desconocemos (tal vez no es tu caso, así que perdona la generalización) y cuánto tiempo pasamos en actividades que no nos llevan a ninguna parte. Y no digo que siempre haya que estar cultivándose, o haciendo cosas productivas, ni mucho menos, pero, seguramente, muchos de nosotros podríamos inclinar la balanza de nuestra atención, un poquito, al menos un poquito, hacia cosas que hagan algo más que embobarnos, embotarnos o endiosarnos.

Sí, endiosarnos, esa sería otra de mis reflexiones. Y es que, tras conocer de la vida de esa mujer que reinó en Aragón, por muy “de Castilla” que naciera, hasta mediados del siglo XV, me pregunto qué pensaría ella de nuestra obsesión por tener Likes para una foto que colgamos en una red social, o cómo el éxito se mide en Followers. Ella, una mujer que vivió el rigor de hace seiscientos años, sin luz eléctrica, ni agua corriente, para qué hablar de Internet, y aun así evitó conflictos entre las coronas de Castilla y Aragón, y gestionó Aragón mientras el rey se dedicaba a “sus conquistas” en Nápoles.

¿Te imaginas lo que sería medir el valor de un gobernante por el número de batallas que evitó?

¿Te lo imaginas?

Ya solo eso sería un cambio de paradigma tal en nuestro mundo…

Cómo no, está la reflexión de fondo sobre el modo en que se ha ido escribiendo la Historia, desdibujando el rol y el protagonismo de mujeres como María. Si ya de por sí, brillar y tener voz propia en un tiempo de hombres era francamente complicado, qué triste conseguirlo y que los cronistas vayan por detrás borrando tu estela del mapa.

Pero siempre que se borra queda un rastro, y personas con ilusión por investigarlo y devolverle su grandeza. María escribió mucho. “Lo escribió todo”, dice la historiadora en el Programa. Escribió todas las vicisitudes de su reinado, “hizo de la carta un instrumento no sólo comunicativo y de gobierno, sino también de persuasión y representación del poder real en dos momentos fundamentales de su vida” (Mª Luz Mandingorra Llabata, Universitat de València)

Por eso, escribir me parece un regalo, un honor, una necesidad. Iba a decir un deber, pero es un concepto que me pesa en el alma, cuando de lo que hablo es de flotar, de volar, de trascender pesadas cargas. Mejor: una misión.

Escribir es volver a narrar la Historia, desde tu punto de vista, destacando lo que para ti era realmente importante de lo que viste, viviste y evidenciaste.

Quizás sean cosas pequeñitas, en las que nadie reparó. A veces, no es tan importante el objeto de lo escrito como la mirada que se pone en él.

Quizás se trate de elefantes presentes en la habitación de los que nadie ha osado hablar antes.

O historias nuevas que merece la pena crear. Escribir, ficción o realidad, es entregar un poco de nuestra alma al mundo.

Y leer hace perfecto el binomio.

Por eso, mi homenaje y agradecimiento hoy a quienes usan la palabra como herramienta artesanal para ofrecernos la oportunidad de ampliar nuestra mirada.

Y, en concreto, hoy quiero mencionar a otra voz, llena de profundidad, auténtica a fuerza de desprenderse de filtros, una voz que aprovecha las redes para compartir su magia, para brillar y darme la mano y los permisos que, a menudo, me niego yo misma para brillar. Te hablo de Anina Anyway.

Gracias, Anina. Tus Siempre y Cuatro me está llegando al alma.

Gracias a todos los que, como ella, se deshacen de poses y hablan desde su corazón. Y a los que leen, dejándose inspirar y abriendo ventanas nuevas al mundo.

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