Ante mi viaje a La Patagonia, un buen
amigo (hola, Kike) me propuso que escribiera “una perita en el Perito” y desde entonces,
fantaseo con el momento de verme ante el teclado, dándole forma a una perita
tan especial. Et voilà, aquí estoy, no ante el Perito Moreno, pero aún
embriagada de la grandeza y la generosa exuberancia de tamaño monumento
natural.
No sabía nada del proceso
cíclico de construcción y destrucción de este glaciar. Resulta que, en su
crecimiento, llega a bloquear el paso natural del agua de los distintos brazos
del lago al que alimenta. Así, crea una presa natural, que hace que el nivel
del agua en el brazo cercado vaya aumentando, así como la presión que ejercen
las aguas sobre dicha presa.
Pasa el tiempo y, como siempre,
el agua encuentra por dónde irse filtrando… Al principio, poco a poco, y luego
más veloz… va construyendo un túnel por el que atraviesa al otro lado. Ese
túnel termina convirtiéndose en un puente, pues, con la temperatura y la
presión, van cayendo trozos del glaciar, dejando cada vez más espacio al agua
que ya corre con fuerza.
Hasta que finalmente, el puente
se desploma y el glaciar queda separado de la península que tiene enfrente…
hasta que poco a poco vaya uniéndose otra vez a ella, con el paso del tiempo, creando de
nuevo la presa.
Así una y otra vez, en ciclos de dos, tres o cuatro años.
Quién me iba a decir, cuando imaginaba mi "perita desde el Perito", que tendría el privilegio de
presenciar el inicio de la rotura del glaciar, es decir, cuando el túnel se
hace visible exteriormente, en forma de puente. Impresionante. Sobrecogedor. La
naturaleza desmoronando su propia obra, sin tregua ni nostalgia, para empezar
de nuevo, sin pausa, cual Penélope a la espera de su Ulises.
No encuentro palabras para
describir el agradecimiento que me invade por tamaño regalo: presenciar el
inicio de un proceso que tarda unos pocos días en destruir una obra de años.
Belleza salvaje, instante sobrecogedor,
inesperado, asombroso.
Jamás pensé que cuando escribiera
mi “perita en el Perito” habría sido testigo privilegiada de tal
puesta en escena.
Jamás imaginé recibir una lección
de vida de forma tan abrumadora.
Si cambio gravedad por inercia;
presión por pasión; agua por vida… cuántas metáforas se dibujan solas ante la
contemplación del espectáculo.
Lo que la inercia y el miedo
pueden construir durante años, bloqueando el libre fluir de la vida… la vida
misma es capaz de destruirlo en días, a base de pasión, de osadía, de
preguntarse de repente “¿y por qué no?”, y zambullirse en el mar de lo
desconocido.
El agua y la vida siempre
encuentran por dónde fluir.
Sin más.
*Mi predisposición tecnológica no
me permite incluir imágenes, todavía. Y la cobertura wifi patagónica tampoco me lo facilita mucho. Cosas de estar a un paso del fin del mundo. ;-)
qué maravilla!!
ResponderEliminar"Y por qué no?", esta pregunta en sí misma encierra mucha vida.
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