Se conocieron hace años, más de diez, lo cual es una
eternidad para gente “tan joven” como nosotros. Fue en Londres, adonde ambos
viajaron, como tantos españolitos de nuestra generación, para mejorar el inglés
y encontrar un empleo con el que pagar la estancia. Su compenetración fue
inmediata. No sé si en ese momento se dieron cuenta de que eran el uno para el
otro, pero yo, mientras ella me lo contaba, meses después, al pie de la Torre del Oro, sí que pude
intuirlo.
Sin embargo, la suya no ha sido una historia típica, como
no podía ser menos dada la singularidad de los protagonistas. Lo primero que
consolidaron fue su amistad. Una amistad llena de diálogo, ternura y
complicidad, que nos dejaba a todos atónitos e incrédulos.
Y en paralelo, cada cual vivía otras preciosas historias
de amor. Descubrían el amor en el rostro, el cuerpo y el alma de otras personas
tan auténticas y especiales como lo son ellos. Y seguía su confianza, su apoyo
y su constante “estar” en la vida del otro.
Tuvieron momentos de distanciamiento, de desencuentros,
que no coincidieron con los múltiples viajes y estancias en el extranjero de
uno y otra.
Vivieron, aprendieron, crecieron, lucharon aquí y allá, en
este continente y al otro lado del charco. Su independencia y sed de aventuras
no les dejaban para mucho en la misma ciudad, ni en el mismo país.
Y un día, llegaron a un punto de no retorno: se quedaron
en silencio por un momento, apagaron los ruidos de sus respectivas vidas y se
miraron a los ojos. Entonces, descubrieron (o redescubrieron) que eran el uno
para el otro, que la vida de uno tenía sentido si el otro estaba ahí para
compartirla.
Y se entregaron a ese amor anunciado desde sus primeros
días londinenses. Y, como todo en su historia, decidieron dar un paso más de
una forma peculiar: casándose en la más estricta intimidad en el Ayuntamiento
de Boston, la ciudad que les dio cobijo como pareja.
Me siento muy feliz de ser testigo de su historia, de su
amistad y su amor. Ambos me han enseñado que la vida no es como muchos quieren
hacernos creer -una suma de convencionalismos y de hitos que superar en un
tiempo determinado-: la vida es lo que queramos hacer de ella.
Y hoy me pongo por montera al tiempo y la distancia y
me marcho a Boston a leer en la ceremonia de su boda este pequeño relato,
homenaje a su bella historia.
¡Vivan los novios!
Emocionado me dejas... Qué ganas de abrazarlos!
ResponderEliminarViniendo de ellos... no podíamos esperar menos ;-)
ResponderEliminarGanas de abrazarlos... Y yo me muero por el teletransporte!!! Me los imagino en la puerta del Ayuntamiento, en breves horas, saliendo como husband and wife, como ellos dicen...
Rocío