miércoles, 23 de julio de 2014

Defender la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

(…)

Del poema de Benedetti “Defensa de la alegría”


Defender la alegría se torna necesario, indispensable en estos tiempos. Siempre.

A veces, caemos en el desánimo y la exageración de pensar que estos tiempos son peores que otros pasados, que el ser humano va de mal en peor, que estamos abocados a un destino siniestro… Y no, no estoy de acuerdo, aunque a ratos me deje llevar por semejantes pronósticos agoreros.

La humanidad, por desgracia, tiene ejemplos a lo largo de su historia para dejarnos boquiabiertos en lo que a brutalidad, violencia y odio se refiere. En definitiva, que si es por muestras de barbarie, no creo que el ser humano se esté superando en estos días.

Sin embargo, creo que sí es patente una diferencia con otras etapas, y esta radica en la velocidad con que se extiende la información y, por ende, los estados de ánimo. En cuestión de segundos, todos estamos enterados de lo que ha ocurrido al otro lado del planeta. Y esto genera como una niebla espesa que se va expandiendo e invadiéndonos de desconfianza, miedo y dolor.

Por eso, valoro tanto las pequeñas muestras cotidianas de amor, humor y alegría. Admiro a quienes siembran, de una u otra forma, semillas de paz, semillas de alegría. Con su estar sereno y silencioso, con su profesionalidad a prueba de bombas, con su sonrisa, con sus mensajes positivos a través de las redes sociales, con su generosidad, su ingenio y todas sus facultades bien despiertas y dispuestas a servir. A servir, de dar servicio; a servir, de ser de utilidad.

Defender la alegría y extenderla, como el más contagioso de los virus: porque hay motivos, porque dándola, se multiplica; porque con alegría es más fácil construir, y perdonar, y confiar. Porque los recién llegados a este mundo merecen ser recibidos como Dios manda, envueltos en mimo y buenos sentimientos.

Y no hablo de una alegría ñoña e insustancial (la que tampoco rechazo, que bien vienen provisiones de todo tipo), ni una alegría indolente, que no quiere ver. Me refiero a la alegría que sale de un corazón que conoce el miedo, el dolor, la alegría de quien ha experimentado la pérdida, la frustración de sus esperanzas más íntimas… y que, tras vivir su duelo, se levanta y se sacude las cenizas, se mira las cicatrices y se dice: “bueno, pues a seguir caminando”. 

Porque lo bueno de la vida está ahí, si queremos verlo y si queremos fomentarlo. Y sabe reír con más autenticidad aquel que un día lloró las lágrimas más auténticas.

Así que, sin dudarlo, me atrevo a pedir que, en este mundo loco, sin dejar de indignarnos ni de poner todos los límites que seamos capaces al sinsentido de la violencia o la prepotencia, busquemos en nuestros bolsillos todos nuestros chistes vitales, todos esos momentos en que espontáneamente nos reímos de nosotros mismos, esas escenas que nos emocionan con ternura, esos sonidos que nos llenan de vitalidad, de ritmo, esas sensaciones que nos estremecen y nos llenan de placer…

...Y contagiemos “buen rollo”, motivos para sonreír, para sentirnos cerca unos de otros, para ver con nitidez que es mucho más lo que nos une que lo que nos hace distintos.

A por la PAZ, alegremente.

Rocío López Trejo
23 de julio de 2014




domingo, 23 de marzo de 2014

Mi homenaje

Ha muerto Adolfo Suarez.
 
Este personaje marcó profundamente los primeros años de mi existencia, y gracias a su papel en aquellos tiempos, mi vida transcurre en un contexto democrático. Hoy sólo tengo palabras de agradecimiento y un recuerdo entrañable a su figura, al brillo de su mirada, a la seriedad de su discurso. Para mí, este político encarna, como hoy no puedo decir de ningún otro, la honestidad, la integridad, la vocación de servicio y el sentido de comunidad.
Echo terriblemente de menos esas cualidades en los políticos que “pueblan” el Congreso, los Gobiernos de las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos… Siento generalizar, porque seguro que estoy metiendo en el mismo saco a sanas excepciones, pero su voz es tan tenue y su papel tan sutil (¿aún?), que me pasan absolutamente desapercibidas.
La clase política actual se pelea por agarrar el poder con uñas y dientes, por atacar al adversario hasta ridiculizarlo, los discursos de hoy son demagogia barata y facilona, oídos sordos al pueblo y justificaciones imposibles de argumentos sin sentido.
¿Dónde queda el espíritu de servicio? ¿Dónde, la misión de crear un marco para el desarrollo de una sociedad más justa, equilibrada y sostenible?
Si, por una vez, nuestros políticos recordaran al niño –o la niña- que fueron algún día, seguro que los sueños de entonces diferían en mucho de lo que hoy es su realidad. Porque ¿qué soñamos llegar a ser cuando somos pequeños? Profesiones reales o inventadas que contribuyen a hacer del mundo un lugar mejor, desde el cuidado de nuestro planeta o nuestro cuerpo, hasta el cuidado de nuestras emociones y nuestro espíritu. Bomberos, médicos, bailarines, actores, astronautas, exploradores, profesores, investigadores…
De pequeños soñamos con ser Superman, no con ser Lex Luthor. ¿Cuándo cambiamos de sueños?
Porque, en el fondo, el problema de la política actual es un problema de la sociedad. Superman prefiere ir de incógnito, seguir disfrazado de Clark Kent, porque es más cómodo y hay demasiados Lex Luthor. Y los “amigos de Superman” se han acostumbrado a los antihéroes porque, total, más vale lo malo conocido.
Hoy describo un panorama triste y desesperanzado. Y no me quito responsabilidad porque poco hago yo porque las cosas sean diferentes.
Por eso, me quito el sombrero ante quien supo, en contextos mucho más delicados, unir ideologías e intereses aparentemente contrapuestos para sacar adelante un proyecto común e ilusionado.
Y confío en que pronto aparezcan líderes renovados con ganas de darle a esta sociedad nuestra un “meneíto” de cambio, donde palabras como honradez, trabajo, calidad y  servicio, sean algo más que un vago recuerdo. Y que haya muchas personas dispuestas a apoyarles con su confianza y su trabajo.
Gracias, Adolfo, por tu trabajo, por tu saber estar y tu saber marcharte, entonces y ahora. Ojalá desde donde te encuentres, puedas inspirarnos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Una mañana de otoño


Madrid. 8:15 de la mañana. Andén del metro, línea 7 (la naranja). Enciendo el whatsapp y encuentro un mensaje de mi cliente, enviado anoche, que no va a poder venir a la sesión de las 8:30.

Hum, mi primera sensación es de chasco, “¡y para eso me he levantado yo antes del alba!”.

Esta sensación y este pensamiento apenas duran segundos. “¿Qué puedo hacer ahora?” Y recuerdo que justo anoche estuve reflexionando sobre mis ganas (y mi necesidad) de hacer cosas que me hagan sentir bien, más allá de responsabilidades y deberes. Pequeñas cosas. Cosas que sé que me dan vida, que me hacen disfrutar, que relajan mi a menudo frenético ritmo interno…

Y me encuentro con una hora y media de regalo en una mañana maravillosa de viernes, fría y soleada. Y cambio de andén, vuelvo a casa, me pongo unos zapatos más cómodos y me voy al parque.

Por primera vez en mi vida, piso ese parque a tan tempranas horas: la luz es diferente, los sonidos…, la gente también (la mayoría no pasea sino que camina apresurada, pues el parque le sirve de atajo entre dos zonas de la ciudad).

Y disfruto, disfruto plenamente de mi regalo inesperado. Y me pregunto si no irá de esto eso de fluir con la vida. A veces, busco fórmulas complicadas para despejar la incógnita que me lleva a “ser feliz en la vida”… y es posible que todo se reduzca a una regla de tres sencilla: disfrutar con la vida, fluir con lo que viene, con lo que es, y no perder demasiado tiempo añorando lo que no fue, lo que no salió como estaba previsto, o como deseaba…




miércoles, 18 de julio de 2012

Adiós, Ale


Madrid, 21 de junio 2012

Hace ya más de seis meses de tu muerte (cómo cuesta escribir esta palabra) y aún me encuentro cada día pensando en ti y tratando de asimilar que no estás.

Hoy llega el momento, además, de despedirme de tu consulta y me siento, como tantas veces, frente a tu silla –hoy vacía- para decir adiós.

Creo firmemente que esta vida no es más que una pequeña parte de un viaje mucho más largo, pero como la memoria no me alcanza para recordar un “antes”, y la imaginación no me da para recrear un “más allá”, hoy me siento impotente, sola… y a la vez ilusionada.

Es curioso, sí, te echo terriblemente de menos y sigo planteándome si esto no será más que una broma (un poquito de mal gusto) y aparecerás un día, de vuelta de quién sabe qué aventuras. Te echo de menos y, a la vez, te siento tan cerca, es tan fácil conectar con tu esencia…

Cuando alguien querido muere, poco a poco vamos perdiendo la capacidad de recordar su rostro, lo reconocemos en fotografías pero nos cuesta recrear su cara en nuestra mente. A mí, por el momento, eso no me ocurre. Puedo ver con claridad tus ojos llenos de ilusión y ese entusiasmo pícaro que transmitían cuando hablabas de un nuevo proyecto. Veo perfectamente tu nariz, tu boca, tus manos, moviéndose al explicar algo. Recuerdo tu voz y tu acento. Tu vitalidad. Tu olor. Tu abrazo.

Es, por tanto, como si estuvieras aquí. Pero no estás. ¿O estás? Te fuiste antes de que me atreviera a preguntarte tantas cosas. Yo quería saber más, pero tenía miedo. Lo sabes. Quería ver más, pero mi razón me bloqueaba. Pero qué alegría cuando conseguí sentir la energía, ¿te acuerdas? Paraste la clase hasta que lo conseguí. Y, luego, era tan sencillo, tan evidente…

Supongo que lo demás también será así. Cuando esté preparada, las cosas que hayan de venir, llegarán.

¿Dónde estás, Ale? ¿Qué haces? ¿Nos ves? ¿Nos cuidas? Yo siento que sí.

Pienso en los otros “huerfanitos” que has dejado aquí y deseo que sean también capaces de confiar en su propia fuerza y que apliquen todo aquello que nos enseñaste. Yo creo que lo estoy haciendo, lentamente, es verdad, pero así son mis ritmos. Parezco muy “rapidilla” pero en el fondo todo dentro de mí tiene un ritmo lento.

¿Qué sería de mí si hubiese sido más osada, más valiente desde pequeña? ¿Qué sería de mí si me abriera a la vida con más confianza? No lo sé. Sé que, siendo como soy, te encontré en mi camino y disfruté siete años de tu compañía como maestro, como hermano mayor, como amigo. Dudé de ti -y cómo, ya lo sabes-, lo cuestionaba todo, te miraba con esas reservas mías… para al final rendirme a tu sabiduría y, sobre todo, a tu amor.

Siempre me decías que te transmitía alegría. Cuánto me alegraba oírtelo decir. Y ese ¡hola, bombón! que me regalabas al entrar en la consulta. Me sentía la persona más mimada del mundo. Todos nos sentíamos únicos sentados frente a ti. Todos éramos únicos para ti.

Y hoy miro tu silla vacía, esa silla que durante estos últimos meses he tenido el privilegio de ocupar en varias ocasiones, y digo, por fin, adiós al Alejandro que vivió en un cuerpo grande y generoso, que me dio tanto amor, tanta apertura, tanta sabiduría…

Y digo adiós a la recepción, a la sala de espera, donde Gema ya no me ofrecerá un zumo “de esos repugnantes que sólo me gustan a mí”. Adiós a los cuadros de Liliana y a su tremenda energía. A este olor tan especial que lo impregna todo, a tu mesa con sus figuritas geométricas. A la camilla…

Y me quedo para siempre con los recuerdos, con todo lo aprendido y con tu esencia. Tu esencia permanece dentro de cada uno de los que te hemos conocido en este trayecto del viaje.

Confío en que ella me ayude a seguir creciendo y librándome de miedos y viviendo cada día con más plenitud.

Las últimas palabras que me dedicaste antes de irte son las que quiero decirte ahora a ti:

GRACIAS!!

 

viernes, 25 de mayo de 2012

Blogueando sin rumbo fijo


Hace más de un mes que no medito a la sombra del peral… Y no es que no vea pasar multitud de ideas a lo largo del día, mientras viajo en metro, cuando camino o incluso mientras trabajo. No es que no me visiten, fugaces, las musas, para ofrecerme destellos de inspiración que, con calma, podrían convertirse en reflexiones que compartir con quien quiera sentarse conmigo a la sombra de este arbolito…

¿Será que vivo demasiado rápido? ¿Será que las musas se enfadan cuando las dejo de lado por un programa tonto de la tele o por pura pereza o cansancio al final del día?

El caso es que a menudo aparece en mi mente un tema y me digo que lo voy a llevar “al peral” para profundizar en él, saborearlo, darle forma… Y cuando de verdad me paso por aquí, no se me ocurre nada.

Nada.

O sí… pero me autosaboteo, me digo ¿y ahora voy a sacar este tema? Qué cansina, por Dios. Mejor algo más livianito, qué sé yo…

Y ni una cosa ni la otra.

El otro día leía las indicaciones de no sé quién para mantener un blog. Decía que lo primero es tener claro la imagen que se quiere ofrecer, por qué se quiere ser conocido.

¿Y por qué quiero yo ser conocida?

(…)

Pues tampoco tengo una idea clara. Tal vez, por ser alguien en constante búsqueda de sentido, eso sí. Alguien que piensa que este mundo es mucho más que lo que apreciamos por los sentidos (lo que no está nada mal, por otra parte). Alguien que vive la vida como un camino en el que debe de haber un equilibrio entre dejarse llevar y dirigirse. Alguien honesto. Una persona trabajadora y también “disfrutona”. Un puzzle de miles de piezas, que encajan de alguna forma misteriosa y maravillosa, formando una imagen que, según el día, va cambiando del realismo más puro al cubismo más abstracto.

Y ahora esto ¿cómo se lleva a un blog?

No lo sé. Sinceramente, no tengo expectativas para este rinconcito mío, más allá de abrir un poquito mi corazón y mi cabeza de la forma que mejor sé hacer: por escrito. Y, por eso, a veces escribo de lo divino y otras de lo humano y cotidiano, sin mucha coherencia global, supongo.

Sí, realmente, mi única intención es esa: abrirme al mundo, a mi mundito, mostrarme más allá de las apariencias o de la superficialidad del breve encuentro.

Y a partir de ahí… a fluir.

A propósito, una pregunta... y a ti ¿por qué te gustaría ser conocid@?

sábado, 21 de abril de 2012

En positivo

Esta tarde he decidido olvidar el telediario y las noticias negativas enfocadas en la alarmante situación económica, en los conflictos bélicos del planeta, en las catástrofes naturales… Ni tele, ni Internet, ni radio. Por hoy, basta. Todo esto será parte de la realidad, pero no es toda la realidad.

La realidad también es belleza, es arte, es amor derrochado por las esquinas. La realidad también está compuesta por personas creativas, llenas de ilusión por aportar algo bueno al mundo, algo útil, algo bello… 

Hay muchas buenas noticias si queremos encontrarlas. He buceado un ratito por la web y, sin mucho esfuerzo he encontrado cosas preciosas. En facebook, en youtube, en otros blogs… Y he pasado una tarde deliciosa.

Y siento que mi mejor contribución hoy es compartir alguno de mis “descubrimientos” y animaros a hacer vuestros propios hallazgos.

Os dejo este enlace a un blog muy en la línea de estos pensamientos. Me gustan sus comentarios, las ilustraciones que ha elegido y, muy especialmente, los 2 vídeos que le sirven de apoyo para la entrada titulada “Ser auténticos”. Están llenos de creatividad, delicadeza y muuucho trabajo.


Porque todo es cuestión de enfoque. Enfoquémonos en lo que realmente queremos, en lo que nos gusta, en lo que nos llena y nos potencia. Tal vez sea el camino más corto hacia la materialización de nuestros sueños.

jueves, 29 de marzo de 2012

El gran teatro de la huelga

Vuelvo del parque y, una de dos, o todos los parados (que es cierto que son muchos, desafortunadamente) han venido hoy a pasearse o hay muchos seguidores de la huelga que, como yo, han decidido que eso lo mejor que se puede hacer en un día como hoy: pasear tranquilamente.

He reflexionado muchísimo antes de tomar la decisión de hacer huelga. Reconozco que no he leído el texto íntegro de la reforma pero sí algunos resúmenes bastante interesantes de consultoras de Recursos Humanos y de los sindicatos, y también he visto algunos vídeos sobre el tema, de ideologías opuestas para enriquecer mi visión.
 
Al final, me he decantado por participar en este teatro por motivos muy particulares, muy “míos” y casi más por una cuestión de “sentir” que de pensar…
 
En la situación actual, tengo la viva sensación de que la crisis no es algo sobrevenido e inesperado en nuestra sociedad, sino el resultado del fracaso de un sistema. Y a este resultado hemos contribuido todos en mayor o menor medida. Algunos en MUCHA mayor medida y, no nos engañemos, a este grupo NO pertenecemos la mayoría que ahora nos vemos afectados por esta reforma laboral.

Y lo que aprecio es que desde diferentes estamentos se está intentando aprovechar la crisis para beneficio de unos pocos.

Para todo hay múltiples perspectivas, evidentemente, y os traslado dos:

Para muchos de nosotros, españolitos de a pie, Europa, ese ente abstracto del que se habla como si tuviera vida y personalidad propias, es como el lobo en el cuento de Caperucita: primero nos indica el mejor camino para llegar a nuestro objetivo, más tarde, ya en casa, disfrazado de abuelita, nos dice que nos acerquemos, que confiemos en “ella”, nos quiere ver mejor, oler mejor… Y ¿¿¿comernos mejor???

Para “Europa” (o más concretamente, para los líderes de unos cuantos gobiernos e instituciones), España es como la cigarra holgazana a la que la hormiga intenta alentar para que no sufra las penalidades del invierno.

Y, al final es una cuestión de falta de confianza y de miedo: ellos no confían en nosotros y nos piden pruebas. “Si te portas bien y nos demuestras que eres honrado y trabajador, serás de los nuestros, hablaremos bien de ti para que otros cuenten contigo, inviertan en tus empresas, gasten en tu país…”

Y, en medio, un gobierno u otro, que se plantea que, únicamente pasando por el aro y demostrando a los chicarrones del patio de recreo que aceptamos sus reglas, podemos salir de esta. Tal vez sea así, pero me cuesta aceptarlo.

Porque aceptar sus reglas parece significar rendirse, que los más débiles se vean desprotegidos, que la clase media pague y pague los desatinos de otros, que las empresas puedan hacer y deshacer a su antojo, sin cortapisas.

Y ahora nos toca confiar en que es por nuestro bien, para crear empleo, para que se reactive la economía, y que las empresas no van a abusar de esta libertad que se les concede, que sólo la quieren para sentirse flexibles y ágiles, pero no para desfavorecer a los trabajadores.

Pero digo yo… ¿por qué comenzamos por aquí? ¿Por qué, para salir de una crisis en la que nos vemos por la avaricia, el derroche y el “ansia viva” de unos cuantos, empezamos pagando los que menos impacto tenemos en ella?

Yo también quiero pruebas, como Europa: pido contención en los sueldos de los políticos y que asistan al congreso en cada pleno (que no hago más que ver escaños vacíos), que se moderen los bonus de los directivos, en los gastos de representación; pido, por ejemplo, que los eurodiputados se reúnan por videoconferencia, en lugar de ir en clase business a Bruselas cada semana o cada mes y alojarse en hoteles caros, pido que los responsables de la corrupción y el despilfarro de las instituciones paguen de alguna forma su delito…

Quiero, en definitiva, que si es hora de apretarse el cinturón, nos lo apretemos todos. Y empezando por los que más mandan y más responsabilidad han tenido en que estemos como estamos.

Y como no veo que sea así, me he puesto en huelga. Huelga contra pedir austeridad a unos poquitos solamente. Huelga contra la sumisión a una Europa que no nos representa. Huelga contra un sistema que cojea, se tambalea y se nos cae encima.

Pero mi huelga no tiene que ver con sindicatos ni ideologías políticas, no, no, no, por favor. Por eso no voy a ir a manifestarme. Porque ahí ya entramos en el teatro, aunque es inevitable porque hagas lo que hagas, te dan un papel en la obra de hoy.

Y no me extiendo más porque esto hay quien lo ha expresado mucho mejor que yo y os invito a leerlo:

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/03/28/cultura/1332946118.html