Hay días en que me despierto aparentemente positiva, pero la primera contrariedad me tuerce el ánimo. Y entonces, lo veo claro: en ese preciso instante puedo dejarme arrastrar por la pendiente del mal humor, y empezar a maldecir a diestro y siniestro, y sentirme aislada e incomprendida por tanto “trozo de carne con ojos” con que me topo… Es tan sencillo… y, por extraño que parezca, tan sugerente…
Y también puedo frenar a tiempo, tomar distancia, inspirar profundamente o “cambiarme de gafas”. Todas esas cosas que me sé de memoria y que conscientemente dejo de lado por pereza, inercia o quizás por necesidad de expresar mi ira acumulada.
Puedo elegir, porque soy consciente. Tal vez, no todo el tiempo pero hay momentos en que sí. Y mucho.
Soy consciente de que la realidad es la que es, pero el cómo me acerco yo a ella, cómo la miro, en qué me enfoco… eso cambia mi relación con ella y, por tanto, mis emociones y mi estado de ánimo.
Ayer elegí no tirarme cuesta abajo y sin frenos por la pendiente del mal humor. Y redescubrí que la vida es mucho más que los primeros obstáculos con los que me cruzo (o los segundos, o los terceros..). Y qué a gusto pasé el día: de “rumiante” de malos pensamientos y pitufo gruñón, me convertí en, qué sé yo… (cuesta más etiquetarse cuando uno está bien), en una persona más relajada, abierta y sonriente, por fuera y por dentro.
Y ahí, eso sí, aparece el duendecillo del ego para decirme lo guay que soy y todo lo que he conseguido. En cambio, esos otros… oh, pobres desgraciadillos, ahí rumiando su pequeña infelicidad…
Bueno, eso es que aún tengo camino por delante. ¡A seguir avanzando tocan!
Y también puedo frenar a tiempo, tomar distancia, inspirar profundamente o “cambiarme de gafas”. Todas esas cosas que me sé de memoria y que conscientemente dejo de lado por pereza, inercia o quizás por necesidad de expresar mi ira acumulada.
Puedo elegir, porque soy consciente. Tal vez, no todo el tiempo pero hay momentos en que sí. Y mucho.
Soy consciente de que la realidad es la que es, pero el cómo me acerco yo a ella, cómo la miro, en qué me enfoco… eso cambia mi relación con ella y, por tanto, mis emociones y mi estado de ánimo.
Ayer elegí no tirarme cuesta abajo y sin frenos por la pendiente del mal humor. Y redescubrí que la vida es mucho más que los primeros obstáculos con los que me cruzo (o los segundos, o los terceros..). Y qué a gusto pasé el día: de “rumiante” de malos pensamientos y pitufo gruñón, me convertí en, qué sé yo… (cuesta más etiquetarse cuando uno está bien), en una persona más relajada, abierta y sonriente, por fuera y por dentro.
Y ahí, eso sí, aparece el duendecillo del ego para decirme lo guay que soy y todo lo que he conseguido. En cambio, esos otros… oh, pobres desgraciadillos, ahí rumiando su pequeña infelicidad…
Bueno, eso es que aún tengo camino por delante. ¡A seguir avanzando tocan!