miércoles, 20 de septiembre de 2017

Lugares Comunes...

...o la fortuna de la "vuelta al cole".

Descubrí la expresión “lugares comunes” gracias a la película del mismo nombre que interpretan magistralmente Federico Luppi y Mercedes Sampietro. Desde entonces, ejerce sobre mí un poder especial, una suerte de atracción-repulsión porque deseo huir de los lugares comunes, como chica leída y escribida que me creo, pero a la vez, siento que son espacios en los que uno puede sentirse verdaderamente a gusto y dejar, por fin, al alma en zapatillas.

En el párrafo anterior, por ejemplo, detecto ya al menos 4 lugares comunes “literarios”, o expresiones manidas de tan repetidas (y la suma aumenta). Pero, cómo huir de ellas, cómo no dejarme mecer en su comodidad. Sería cómo tirar, por fin, esas sandalias que compré hace años y que, verano tras verano, acumulan kilómetros de paseos, pese a que hace tiempo pensé en renovarlas y ya compré otras más bonitas, más modernas…

El caso es que los lugares comunes vitales producen apatía cuando uno se asoma demasiado a su interior. Y, sin embargo, no hay nada como quedarse ahí dentro, donde todo es conocido y seguro, después de un buen zarandeo de la vida.

Y hoy, tras un verano complicado en lo familiar, y aún más en lo social, político y medioambiental… pienso en la “vuelta al cole” con la ilusión de quien regresa a casa. Hay que saber irse, saber alejarse y volar. Pero también hay que saber volver.

Y este año regreso con alegría (mañana a las 6:30 no os diré lo mismo), con una sensación liviana que me encantaría mantener por mucho tiempo (sé que no será así). Quiero encontrarme con los compañeros (en dos días, estaré perfeccionando mis técnicas de mimetismo con la mesa del ordenador para pasar desapercibida), quiero evitar perderme en la tarea y levantar la mirada para ver el bosque más allá de los árboles, y la solución más allá del conflicto.

Hoy me siento afortunada, inmensamente afortunada. Me pregunto qué me diferencia de alguien que hoy lo ha perdido todo en México, o estas semanas atrás en las islas del Caribe, con los huracanes. Nada, dos seres humanos en dos puntos del planeta. ¿Merezco tanta fortuna, pues? Supongo que no, como tampoco merece tanta desgracia el que hoy sufre en esos lugares.

No es cuestión de “justicia”, ni de “merecimiento”. Es la vida. Brutal y hermosa. Tajante y espléndida.

Así que he decidido, sólo por hoy, dejarme mecer por el brazo generoso que la vida me ofrece. Y reconocer el dolor de quien hoy sufre. Y tenerlo como referente para huir de actitudes victimistas y, desde luego, dejar de ahogarme en vasos de agua. Y echar una mano en lo que se pueda.

Supongo que, para empezar, sentirse acogido en el dolor ya es algo, por eso desde mi pequeña “speaker’s corner” allá va mi grito de: “estamos con vosotros, con todos los que estáis sintiendo la fuerza devastadora del planeta: mucho ánimo, fuerza y todo nuestro apoyo”.


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