miércoles, 3 de mayo de 2017

Ajajá

Ajajá, lo conseguí, me zafé de todas aquellas distracciones que querían alejarme de mi peral y, por fin, me siento tranquilamente a meditar en voz alta…

Ordenar, comprar, ponerme al día del correo, ver por tercera vez un capítulo de Modern Family… Ya he hablado en otras ocasiones de mi facilidad para procrastinar (aplazar, demorar lo que se ha de hacer, diferir), aferrándome a la primera excusa que se me presenta.

El caso es que no voy a dedicarle más atención al tema, ya que he conseguido, después de mucho tiempo, superarlo y sentarme a escribir. Escribir… de… ¡aaaagh, no puede ser! ¡no se me puede haber ido la inspiración en el camino de la cocina a la habitación! Desando mis pasos, a ver… 

Ya. A ver… sí, había gente que contagia ilusión y ganas de creer, de crear y de transformar las cosas. Había techos de cristal que no existen más que en la imaginación de cada uno. Había encuentros casuales que generan motivación, confianza, que te devuelven el “sí, puedo” a los labios.

Déjame pensar… También había pensamiento divergente: otra forma de mirar al mundo, otra forma de encontrar soluciones, soltando el control y dejando sitio a la creatividad colectiva, donde todas las propuestas suman y encuentran su lugar.

Algo había también de tristeza, de esa que me surge al ver que es más fácil zafarse de las excusas que de los limitantes. Que me cuesta dejar atrás la mirada crítica, el juicio y el verbo incisivo. (Ante todo, una actitud de amabilidad hacia uno mismo, repetía constantemente mi profesor de Mindfulness).

¿Qué más, qué más? Había primavera, contrastes meteorológicos, rosas en el Parque del Oeste. Y las celindas. Ah, las celindas, con su aroma suave y dulce, que me recuerdan cada mayo que enamorarse de la vida es tan sencillo…

Y un descubrimiento: se escribe meteorológico (y no metereológico, como llevaba pensando toda la vida hasta ahora mismo que he mirado el corrector del Word). Y teleférico (y no “telesférico”), ¿verdad, Sara? Para una “s” intermedia que no aspiro, va y sobra.

Todas esas cosas había en mi “bocadillo mental” en esta ocasión. (Bocadillo de los de cómic, no de los de comer, -ver ambos en la imagen-). Y más, muchas más, que se quedaron enredadas entre las excusas y no supieron volver a mi inspiración. Es el peaje que hay que pagar. Ya me di cuenta aquella vez…

Bueno, y también un guiño -en la imagen- para que se vea que hay mucho bético que sabe apreciar y honrar al adversario.


A por muchos días más como hoy, en los que la magia asoma por las esquinas.

*Foto tomada en la cumbre del Gorbea/ Gorbeia en octubre 2016. Igual no se percibe pero la botella lleva el escudo del Atlético de Bilbao.

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