Ajajá, lo conseguí, me zafé de todas
aquellas distracciones que querían alejarme de mi peral y, por fin, me siento
tranquilamente a meditar en voz alta…
Ordenar, comprar, ponerme al día
del correo, ver por tercera vez un capítulo de Modern Family… Ya he hablado en
otras ocasiones de mi facilidad para procrastinar (aplazar, demorar lo que se
ha de hacer, diferir), aferrándome a la primera excusa que se me presenta.
El caso es que no voy a dedicarle
más atención al tema, ya que he conseguido, después de mucho tiempo, superarlo
y sentarme a escribir. Escribir… de… ¡aaaagh, no puede ser! ¡no se me puede
haber ido la inspiración en el camino de la cocina a la habitación! Desando mis
pasos, a ver…
Ya. A ver… sí, había gente que
contagia ilusión y ganas de creer, de crear y de transformar las cosas. Había
techos de cristal que no existen más que en la imaginación de cada uno. Había
encuentros casuales que generan motivación, confianza, que te devuelven el “sí,
puedo” a los labios.
Déjame pensar… También había
pensamiento divergente: otra forma de mirar al mundo, otra forma de encontrar
soluciones, soltando el control y dejando sitio a la creatividad colectiva,
donde todas las propuestas suman y encuentran su lugar.
Algo había también de tristeza, de
esa que me surge al ver que es más fácil zafarse de las excusas que de los
limitantes. Que me cuesta dejar atrás la mirada crítica, el juicio y el verbo
incisivo. (Ante todo, una actitud de amabilidad hacia uno mismo, repetía
constantemente mi profesor de Mindfulness).
¿Qué más, qué más? Había
primavera, contrastes meteorológicos, rosas en el Parque del Oeste. Y las
celindas. Ah, las celindas, con su aroma suave y dulce, que me recuerdan cada
mayo que enamorarse de la vida es tan sencillo…
Y un descubrimiento: se escribe
meteorológico (y no metereológico, como llevaba pensando toda la vida hasta
ahora mismo que he mirado el corrector del Word). Y teleférico (y no “telesférico”),
¿verdad, Sara? Para una “s” intermedia que no aspiro, va y sobra.
Todas esas cosas había en mi “bocadillo
mental” en esta ocasión. (Bocadillo de los de cómic, no de los de comer, -ver ambos en la imagen-). Y más,
muchas más, que se quedaron enredadas entre las excusas y no supieron volver a
mi inspiración. Es el peaje que hay que pagar. Ya me di cuenta aquella vez…
Bueno, y también un guiño -en
la imagen- para que se vea que hay mucho bético que sabe apreciar y honrar al
adversario.
A por muchos días más como hoy,
en los que la magia asoma por las esquinas.
*Foto tomada en la cumbre del Gorbea/ Gorbeia en octubre 2016. Igual no se percibe pero la botella lleva el escudo del Atlético de Bilbao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus meditaciones son bienvenidas: