Los semáforos se van tornando verdes a medida que me acerco a ellos. Están en rojo, voy bajando la velocidad y, un poco antes de parar, verdes… “Era broma, no pares, sigue adelante”, parecen decirme. Y eso es lo que quiero: seguir adelante.
Salgo de tu casa con una
sensación ambigua: estoy feliz por haberte visto, por alguna razón, te siento
como de la familia, con lo poco que en realidad nos conocemos; pero, también, molesta
por lo que percibo como prepotencia disfrazada de generosidad.
Te cuento mi vida porque me
apetece compartirla, sin más; con ganas quizás de verme contándote y descubrir
en mi relato algo que tal vez no había sido capaz de ver antes. La clave a un
misterio que ni siquiera sé si existe. Y tú no paras de decirme lo que hago mal
y cómo debería hacerlo. Y dices que confíe en mis capacidades pero tú pareces
desconfiar plenamente de ellas.
Y me siento reducida a etiquetas
que tú aseguras no haberme puesto; y, sin embargo, de alguna forma, las veo ahí
saltando en mi mente: “caótica”, “débil”, “insegura”, “perdida”. ¿Quién las ha
despertado si no? Tal vez, yo misma.
…Tal vez yo misma.
Alicia frente al espejo… Cuántas
veces he tenido la sensación de estar al otro lado en esta misma escena, al
pensar que estoy valorando a una persona por sus manifestaciones puntuales. “Eres
una víctima”, “sólo te centras en lo negativo”, “vives en el mundo de las ideas”…
Me descubro dando consejos y valorando en mi interior a la otra persona en
función tan sólo de lo que me está contando. Y me pregunto cómo será todo lo
que no estoy viendo, cómo será ser esa persona por dentro, cuánto hay que ni
siquiera imagino.
Somos mucho más que lo que
contamos. Nos hemos acostumbrado a describirnos con ciertas palabras, en cierto
tono, con cierta intención, y termina pareciendo que nuestro discurso repetitivo
y monótono nos define… pero nuestra esencia es inmensa e indefinible.
Dice Sergi Torres: “hay ideas tan bellas esperando ser pensadas
por nosotros”. Me parece en sí misma una idea grandiosa, realmente posibilista
y abridora de puertas. Me resulta estremecedor tan sólo el pensar en esas ideas
como ráfagas de aire puro, impregnadas de belleza y frescor, esperando tan sólo
un momento de silencio y receptividad, para penetrar en nuestras mentes y tomar
forma.
Silencio. Tal vez por ahí va la
cosa… tal vez no necesite contarte tantas cosas, “contarme” tanto, sino callar
y fluir.
Hacer silencio y dejar de opinar
tanto sobre mí misma y sobre el mundo. Y dejar espacio para que algo nuevo y
fresco entre. Y, quién sabe, tal vez desde un silencio compartido, desde el
mero hecho de pensar en la posibilidad de esas ideas tan bellas existiendo,
ellas se decidan a “poseernos” y materializarse en un mundo más ¿...?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus meditaciones son bienvenidas: