lunes, 19 de enero de 2015

¿Dónde está el País de las Hadas?



¿Dónde están mis fuentes de inspiración?

¿Dónde está el País de las Hadas?

¿Dónde quedó aquella Rocío, pequeñita, soñadora, capaz de llenarse de alegría, de ilusión y de colores, capaz de imaginar nuevas posibilidades, con sólo escuchar una melodía?

Esta fue sin duda la música que más me inspiró en mi infancia y en mi primerísima juventud. Suave, dulce, mágica, apoteósica, sencilla. La escuchaba una y otra vez, una y otra vez, pulsando el botón de “rewind” en un viejo radiocassette.

Despertaba en mí una explosión de colores, y visiones de hadas y bosques empapados de rocío. Despertaba mis ganas de bailar, de saltar como un duende, de viajar para conocer lo inexplorado. Despertaba la idea de magia: era mi puente a un universo de arco iris, hologramas y caleidoscopios; un mundo de movimientos sutiles, bellos y elegantes, llenos de armonía y color.

Y desde esos mundos era más fácil creer. Y crear. Y desear. Y confiar.

Hoy empiezo ya a hartarme de ser una persona razonable y con los pies en la tierra, empiezo a aburrirme del dos y dos son cuatro y del “aguanta, que con la que está cayendo…”. Quiero encoger súbitamente y seguir el halo de un hada para descubrir el escondrijo por el que se regresa a la niñez, ese estado en el que se sabe CREER de verdad en uno mismo y en el mundo que nos rodea, y se sabe VER más allá de las formas básicas y se encuentra la belleza y la sorpresa en cada esquina.

Hoy es un buen día para cruzar la frontera, para recuperar la ilusión a lo Campanilla, para inventar palabras mágicas, para descubrir la complicidad en unos ojos extraños, para inventarles vidas disparatadas y divertidas a los compañeros de viaje del metro –por muy grises que quieran aparentar-

Hoy es un buen día para cambiar de onda y recuperar aquella que me hacía vibrar y ser yo.

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