Esta
vez escribo muy especialmente para mí misma. Escribo por el mero hecho de
“romper la inercia” del “vuelva usted mañana” que llevo dentro.
Una
parte de mí se dirige a la ventanilla de mi creatividad y le pide un momento de
tranquilidad para sentarse a escribir algo. Y la chica del otro lado de la
ventanilla comienza con el interrogatorio:
“¿Estad
usted segura de lo que quiere escribir? ¿Y de cómo va a hacerlo? ¿Y de los
destinatarios de su trabajo? ¿Sabe a ciencia cierta si a alguien le puede
interesar lo que piensa escribir?”
Y
yo trato de interrumpirla con educación: “No, bueno, es que yo pensaba ir
escribiendo y, luego ya, a medida que fluyan las ideas…”
“Claro,
sí, a medida que fluyan las ideas… qué bonito, vamos que no tiene usted ni un
proyecto, ni un boceto… ¿Y tiempo? ¿Tiene tiempo? Porque para media hora, ni se
moleste en venir a hacerme perder el mío. Porque, a ver, ese momento que
buscaba, ¿en qué había pensado? ¿Qué formato? Tendrá que dedicar al menos en
dos horas. Menos, ni lo intente. Y dos horas… Me va a perdonar que me meta
donde no me llaman pero ¿es que tiene usted ya sus trabajos domésticos
terminados? ¿y esa ropa por planchar en el armario? ¿y esos regalos que tiene
que comprar para pasado mañana? Y los apuntes del último curso al que asistió,
¿ya los ha repasado? Hombre, que no se puede venir aquí con temas pendientes,
por favor”.
Y
ahí ya, sumisa y derrotada, bajo la cabeza y me despido: Tiene usted razón,
perdone que la haya molestado.
Me
voy a planchar, a comprar, o, con la sensación de fracaso que tengo, casi
prefiero sentarme en el sofá a ver la tele, y a ver si se me pasa.
Porque
yo, humildemente, me siento escritora. Escritora porque me encanta escribir,
porque mi comunicación fluye con mucha más facilidad bolígrafo en mano o tecla
de por medio. Porque empiezo con un argumento y vete a saber por dónde termino…
Y en el camino, me lo paso estupendamente.
Pero
con doña Perfecta en la ventanilla de la creatividad, no hay manera de hacerse
paso. Me rindo antes de empezar. Me evado y me convenzo de que no tiene
sentido. ¿A quién quiero engañar? Si yo de escritora tengo lo que Lorca de
fontanero…
Nunca
es el momento adecuado, nunca es el formato perfecto ni el tema idóneo… Y
aquella Rocío que desde muy pequeña andaba dejando sus pensamientos mínimos en
hojitas de papel se va desdibujando, esfumándose, haciéndome creer que todo fue
un sueño. Que todo es un sueño.
Por
eso, hoy he encendido el ordenador y me he dicho:
“Rocío,
hazte el favor de sentarte y escribir la primera chorrada que se te ocurra,
pero no te levantes hasta haber dejado algo escrito.
“Porque
HOY es el mejor día para empezar a recuperar tu sueño, tu hobby, tu pasión.
HOY. Olvídate de pedirle permiso a doña Perfecta y lánzate a la aventura de
vivir lo que te gusta, para disfrutarlo, para seguir aprendiendo, para seguir
creciendo como la que realmente eres, y no una imitación de ti misma.
“Y
mañana, más. Y si no mañana, pues pasado, pero no lo dejes, por favor, sé fiel
a ti misma con constancia.
“Porque
el camino se hace andando, dando un paso después de otro. Nada más obvio, nada
más real.”