domingo, 21 de julio de 2024

Ofrendas

Cada mañana, al amanecer, los habitantes de Bali preparan sus ofrendas de flores e incienso y los colocan en todos los lugares que desean que sean protegidos por los dioses: la puerta de casa, en la entrada de la tienda, en la arena, cerca de los barcos que salen a pescar, en el camino a la cascada…


Preparan cada cestillo con hojas de palma y plátano, eligiendo pétalos de diversos colores, encendiendo la vara de incienso, juntando sus manos para hacer una plegaria. No sé qué sienten mientras hacen sus rezos. Por lo que cuentan unos y otros, conviene tener contentos a los dioses, incluso a los diablos (con menos poder, pero bastante traviesos, si se ponen de malas). Por eso, además de evocar la belleza y el agradecimiento con las flores y el aroma, añaden puñaditos de arroz u otra comida, o, incluso botellitas de licor o tabaco. Entregas a los dioses lo que te gusta a ti. Y lo del alcohol va muy bien para que los diablos lo prueben y les entre sueño y así no se pongan a hacer fechorías.

Observarlos en ese proceso me conecta profundamente con el agradecimiento. Quizás para muchos balineses estas ofrendas (que también vimos en Vietnam y en Tailandia) tienen un poco de “truco o trato”: te doy para que me cuides, me protejas, no me molestes, etc… Tal vez. Pero a mí me despiertan una mirada nueva: doy gracias y honro a la Vida, a la Esencia Creadora, porque no puedo hacer otra cosa, porque es lo que me nace, porque el amor me desborda.

Y he incorporado este ritual de hacer una ofrenda, aunque sea simbólica, cada mañana al despertarme, ante mi ecléctico altar de conchas, plumas, semillas de bellota, piedras de la playa… Es bonito levantarse y decidir que lo primero, antes incluso que poner los datos en el móvil, es acercarme al altar y conectar con lo que Es, con lo que Soy, con lo que Somos. Es un hábito incipiente, más bien un acto que deseo convertir en hábito, porque de repente me parece obvio lo fundamental de comenzar el día en conexión con lo más real de nosotros mismos.

La mente está bien entrenada en despertares en modo preocupación, organización, planificación, anticipación… Ahora es momento de entrenarla en el “modo conexión”, que, en el fondo, debería ser lo natural, lo obvio, pero me he creído tanto tanto la ilusión del escenario en el que mi personajillo se mueve, que he dado por más cierto el guión de la obra que interpreto que la Verdad que late en lo profundo de mi corazón.

Por eso, siento que estas ofrendas matinales, que comienzan como un fluir natural, como una manifestación espontánea de la energía que desborda en estos momentos post-viaje, serán a la vez una forma de mantener la conexión, o recordarla, pues nunca podemos dejar de estar conectados con lo que Somos.

Que así sea.

Namasté.